Cuando Kakua regresó al Japón, el Emperador
oyó hablar de él y le hizo llegar su deseo
de que predicara Zen ante él y toda su
corte. Kakua acudió y se quedó en silencio
frente al Emperador. Entonces sacó una
flauta de entre los pliegues de su vestido
y emitió con ella una breve nota. Después
hizo una profunda inclinación ante el rey
y desapareció.
DICE CONFUCIO // No enseñar a un hombre que está dispuesto a
aprender es desaprovechar a un hombre. Enseñar a quien no está
dispuesto a aprender es malgastar las palabras //.