Un día, sin ningún aviso previo, el guerrero descubre
que lucha sin el mismo entusiasmo que antes.
Continúa haciendo todo lo que hacía, pero cada
gesto parece haber perdido su sentido. En este
momento, él sólo tiene una elección: continuar
practicando EL BUEN COMBATE. Hace sus ora-
ciones por obligación, o por miedo, o por cual-
quier otro motivo, pero no interrumpe su
camino.
Sabe que el ángel de Aquel que lo inspira
está dando un paseo. El mantiene la atención
en su lucha e insiste, aun cuando parece
inútil. Al poco tiempo el ángel regresa, y el
simple rumor de sus alas le devolverá
LA ALEGRÍA.